Das Thema Information-Desinformation ist selbstverständlich auch unter den Kolumbianern selbst von ständiger Aktualität. Bereits im vergangenen Jahr wurde ich mehrmals Zeuge polarisierender Diskussionen, die in den sozialen Medien entstanden und dort angeheizt wurden, um dann auf der Strasse, in Cafés usw. diskutiert zu werden. Oftmals sank dabei das Niveau der Gespräche unter jegliches Niveau.
Genau diese Spannungen, Diskreditierungskampagnen und aggressive Atmosphäre sind die Absicht bestimmter Fake News.
In einer Gesellschaft wie der durchschnittlichen kolumbianischen finden sie leichter denn je einen fruchtbaren Boden. Sei es durch Ignoranz, mangelnde Bildung oder Vorurteile.
Zu verurteilen ist sicherlich der unethische Akt, in vollem Wissen haltlose Gerüchte und Falschnachrichten zu verbreiten.
Im Rahmen eines Workshops im März, der sich auch mit diesem Thema befasst, habe ich einen Text verfasst, der für einige Forumsmitglieder von Interesse sein könnte und den ich deshalb hier teile, auch wenn es sich um einen Entwurf handelt.
Las redes sociales como canal de información, una cuestión de lo más delicada
La gran velocidad a la que cambian los escenarios económicos y políticos, las nuevas tecnologías, y con ellas las expectativas de lectores y ciudadanos, están imponiendo al mundo del periodismo una rápida y profunda revisión en su forma de producir y ofrecer información.
Además de los canales clásicos y tradicionales de información, como la prensa y las emisoras, sus portales en línea y otros medios sociales constituyen un nuevo y poderoso vehículo de comunicación social de importancia creciente.
La relación entre política y comunicación ha alcanzado, por tanto, un nivel de interpenetración e interdependencia inimaginable hace tan sólo unas décadas. El tumultuoso flujo de noticias, que se multiplican entre los distintos medios y canales, fundiéndose de forma a menudo prohibitivamente desordenada entre anuncios o aportaciones propagandísticas insospechadamente colocadas de tal manera que resulta difícil identificarlas como tales, deja hoy al lector más confuso y desorientado que nunca.
Esta evolución ha traído consigo amplios desafíos, tanto para los actores políticos como para el periodismo y el propio individuo.
Históricamente, la relación entre prensa y política en América Latina está profundamente arraigada. Los periódicos y las emisoras de radio han surgido en muchas ocasiones de esta relación: políticos que se han convertido en periodistas o periodistas que se han aventurado en la política han dado lugar a periódicos y emisoras de radio instrumentalizados para el proselitismo político y no como medios periodísticos.
Así los periódicos colombianos del siglo XIX eran esencialmente políticos, con pocas páginas y muy escasa circulación, y tenían un único fin: propagar y defender ideas políticas, y desaparecieron tras las revoluciones, las guerras civiles o alguna que otra dictadura. A finales de siglo, mientras otros países sudamericanos podían presumir de tener periódicos importantes, Colombia ni siquiera tenía uno. Incluso en el siglo XX, la lucha entre los partidos abusó gravemente de la prensa, reduciéndola básicamente a un instrumento de propaganda de las ideas políticas de las dos grandes corrientes rivales; la liberal y la conservadora, sufriendo censura, manipulación y diversas explotaciones.
El periodismo colombiano ha desempeñado durante mucho tiempo un papel al servicio de los intereses de los respectivos gobiernos y élites políticas de turno, propagando sus respectivas ideologías e influyendo en la cultura del país en este sentido.
Los medios de comunicación han sido -y en gran medida siguen siendo- una especie de evangelio e instrumento de consolidación en la sociedad de las ideologías de una élite económica y política que ejerce una influencia decisiva en la vida cultural, social, política y económica del país.
Puede decirse que el periodismo está al servicio de grupos de poder interesados en mantener la supremacía sobre otros grupos -de facto o potenciales- que compiten con sus propios intereses. Estos grupos elitistas, a través de los propios medios de comunicación, alimentan artificialmente la imagen de un sistema donde el debate público es posible y los derechos de participación están garantizados, en una medida muy alejada de la realidad.
Esta dinámica, aunque no con una intensidad constante, ha acompañado en gran medida a los medios de comunicación colombianos desde sus inicios hasta la actualidad, por lo que no es de extrañar que exista una desconfianza generalizada en los medios tradicionales del país.
Como consecuencia, crecen las voces que reclaman fuentes fiables y veraces; tanto por parte del consumidor de medios, como de los propios profesionales de la comunicación.
Surge así el debate sobre los medios de comunicación independientes, lo que significa independencia en la edición y la gestión de contenidos. Esto implica plena libertad periodística, no dictada ni influida por financieros, gobiernos, ideologías políticas o grupos sociales. Condiciones que, en el complejo contexto social colombiano, deben considerarse más un deseo que una probable realidad.
Cabe destacar el triste número de periodistas que trabajan en este sentido, silenciados por amenazas y que a menudo pagan su compromiso con la vida.
Por lo tanto, incluso un periodismo independiente en el sentido pretendido seguirá siempre limitado y afectado por los intentos de asfixia y los condenables actos de represión.
También hay que subrayar que el periodismo independiente como tal no necesariamente es sinónimo de información neutral y objetiva.
El equívoco y el engaño de las redes sociales.
En esta sed y búsqueda de información veraz y fiable, los consumidores de medios de información se entregan casi unánimemente a los medios sociales proyectando sobre ellos una imagen y unas características engañosas.
Los medios sociales, recordémoslo, son canales digitales de comunicación que sirven para poner en red a los usuarios. Los usuarios -¡y eso significa cualquiera! - pueden comunicarse entre sí a través de los canales de los medios sociales y crear o compartir cualquier contenido que les guste.
Ya no sólo los periódicos, la radio y los noticieros, sino que sobre todo internet y las redes sociales se han convertido en canales que acostumbramos a utilizar para estar al tanto de lo que sucede en Colombia y en el mundo. Esto a pesar de saber que son los principales cana- les de difusión de noticias falsas.
Mientras la cultura de la gratuidad ha reducido la disposición a pagar por los servicios del periodismo informativo, el sector del entretenimiento se mantiene gracias a la disponibilidad del público a pagar un precio por él. En consecuencia, los ingresos publicitarios también se desplazan cada vez más hacia las ofertas de entretenimiento.
La tendencia hacia las ofertas de entretenimiento también se observa dentro del periodismo informativo: las ofertas gratuitas en línea y físicas, centradas en el "infoentretenimiento" para el consumo. La tendencia hacia las ofertas de entretenimiento también se observa en el periodismo informativo: las ofertas gratuitas online y físicas, centradas en el "infoentretenimiento" de consumo rápido, tienen con ventaja las mayores cifras de difusión, se remuneran con ingresos publicitarios superiores a la media y desbancan así a las ofertas de pago del periodismo informativo tradicional. Esta dinámica se ve reforzada por el creciente consumo de medios móviles.
La web y los medios sociales, en particular, representan una nueva dimensión virtual que complementa y a menudo prevalece sobre el mundo real. Para el debate político y la formación de la opinión pública, se ha producido un desplazamiento sustancial de las plazas reales a las virtuales. Plazas virtuales en las que se mezclan de forma confusa y caótica noticias de distintos niveles, información y propaganda política y los siempre presentes contenidos comerciales.
Para atraer la atención de los usuarios en el discurso político, imperan frecuentemente tonos de voz elevados y agresivos, con la intención de polarizar más que de informar. Una sobrecarga de contenidos superficiales, aparentemente tanta información para no dar ninguna. Una forma de sobrecargar y confundir al usuario que necesita constantemente noticias.
Una dinámica deliberadamente inducida por un sistema político y una industria económica que se benefician inmensamente de la manipulación de la opinión pública, sacando respectivamente beneficios económicos de esta dinámica.
En conclusión, no cabe duda de que la calidad informativa de los medios de comunicación en general ha disminuido en los últimos años. Aunque los canales de noticias han crecido numéricamente, en su mayoría acceden a las mismas fuentes de información (agencias de noticias), por lo que lo que llega a los usuarios carece de diversidad y profundidad. Los intereses publicitarios y la focalización en la cantidad se están manifestando en detrimento de la calidad, lo que ha contribuido a una pérdida de imagen de los medios tradicionales y de los que cada vez más personas se alejan, prefiriendo fuentes gratuitas como los portales de noticias blandas o las publicaciones en redes sociales, para las que cuentan los "Clics" y los "Me gusta" y no la calidad, y en las que se sienten cómodos en esas burbujas, en las que son aislados inconscientemente por los algoritmos.
Por tanto, el individuo que quiera formarse una opinión y una competencia social intactas y sanas, se enfrentará a un reto nada desdeñable a la hora de seleccionar y filtrar fuentes fiables e información de calidad en el cada vez más vasto e intransparente panorama mediático de lo que se ha convertido en una veritable inflación de noticias como mercancía de un mercado de consumo real.
Adquirir los conocimientos necesarios para formarse una opinión política y social propia y madura, requisito indispensable para participar de forma activa y responsable en un discurso pertinente y en una sociedad democrática, conlleva el compromiso de informarse a través de canales múltiples y fuentes diferenciadas que incluyen medios de referencia, medios independientes y los llamados medios alternativos. Los portales de "noticias blandas" y las redes sociales, con sus contenidos predominantemente superficiales, poco fiables y polarizadores, son una fuente inadecuada para la información de calidad.
Incluso en el periodismo de calidad, debemos ser siempre conscientes de que el periodista "no transmite una cosa, un hecho, una ideología, sino la 'forma' que ha dado a lo que ha interpretado y con la que trata de representar esa cosa, esa ideología a los demás", como expresó Francesco Fattorello en su publicación "Introducción a la técnica social de la información“, ya en los años setenta.